De nuevo, sentado en su silla frente a la ventana de su habitación, contemplaba intranquilo el cielo, del mismo gris que los sueños ya pasados. A las cuatro y veintidós minutos de la madrugada solo te despiertan las inquietudes, a las cuatro y veintidós de la madrugada lo único que te hace encenderte un cigarro son las inquietudes, a las cuatro y veintidós de la madrugada lo único que te hace salir de la cama son las inquietudes... las malditas inquietudes.
Mientras se encendía el segundo cigarro, encendido con el ultimo suspiro del anterior, se quedo mirando fijamente la capa oscura que cubría la ciudad; "¿contaminación o nubes?", se pregunto en silencio. Odiaba aquella maldita ciudad... demasiada gente, demasiado ruido, demasiada contaminación; ver una estrella desde su ventana era casi tan imposible como que pudiese volver a llorar. Se revolvió el pelo con enfado y, dejando el cigarro a un lado, cogió una hoja y empezó a escribir, a escribir con rabia palabras aparentemente inconexas, cosas que no tenían sentido, frases sueltas, exclamaciones, interrogaciones, garabatos... todo y nada... ella estaba en cada trazo y a la vez en ninguno, ¿tan fuerte era el subconsciente? Lanzo el lápiz contra la pared y devolvió el cigarro a sus labios para darle otras tantas caladas, había vuelto a fumar compulsivamente, como cada vez que se tambaleaba, como cada vez que el mundo de "no entender nada" le daba la bienvenida. Golpeo la mesa con fuerza repetidas veces y después le dio la última calada al cigarro, abrió la ventana y expulso el humo con fuerza hacia el cielo, "¿qué estoy haciendo? ¿Se supone que así despejare el cielo?", se dejo caer sobre la silla y apoyo la cabeza sobre la mesa, cerrando los ojos con fuerza y deseando con ansiedad recuperar la cordura "¿tan estúpido soy como para perder los nervios de esta manera por ella? ¿y quien es ella? ¡Nadie!" Levanto la cabeza y miro una vez mas al firmamento, se iba a dar la vuelta cuando algo llamo su atención: ¡una estrella!, no era especialmente brillante ni grande, pero ahí estaba, en un pequeño claro de nubes durante menos de seis segundos, había sobrevivido a la contaminación, había lucido para el y lo sabia, era su milagro. Y, sin quererlo, una lagrima se le escapo de los ojos y bajo rodando hasta estrellarse contra el suelo y tras ella fueron muchas mas. Se tumbo boca arriba y, en medio de toda aquella confusión, estallo en una carcajada para luego cubrirse la cara con la almohada. ¿Pero por que lloraba? ¿Por que reía descontroladamente? Ella volvió a asomarse por sus pensamientos y algo empezó a impedirle respirar con facilidad, un nudo en la garganta que empezó a descender hasta la boca del estomago para quedarse ahí instalado el resto de la noche; no podía creer que ella hubiese provocado aquellas cosas, podía contar el numero de veces que se habían visto con los dedos de una mano y aun así allí estaba, creando intranquilidad. Llevaba tanto tiempo sin enamorarse de alguien que ni si quiera podía definir si aquello realmente era "estar enamorado", había creado un sólido muro y dentro de este había metido con calzador todos sus sentimientos... tanto tiempo sin poder soñar, sin llorar ni emocionarse, sin sentir nada que le llevase a poner negro sobre blanco y sin embargo aquella noche había vuelto a escribir y había vuelto a llorar y a reír; su sólido muro a prueba de emociones se había resquebrajado, estaba lleno de grietas y corría el riesgo de volver a ser como antes, como cuando todo valía para defender una causa perdida y ese ideal de "libertad, belleza, verdad y amor" escalaba peligrosamente para volver a instalarse en su brazo como escudo contra la realidad. A ojos de todos había perdido los sentimientos, y era cierto, era el amigo soltero que estaba dándole un respiro a su corazón, que besaba sin sentido y a ciegas a princesas huecas y que era de hielo... pero estaba vacío y lo llevaba en secreto y de pronto todos los sentimientos a flor de piel, todo lo perdido recuperado y todo explotando dentro, bombas destruyendo el muro y caudales por los que fluía la sinrazón para ahogar el perfecto equilibrio. ¿Y por qué ella? ¿Por qué justo ella? ¿Por qué justo ahora? ¿Por qué? ¿Qué tenía? No lo podría decir, no podría describirlo, mas allá de la simple atracción física que le hacia besar sin control labios marchitos había algo, pero es que no podía decirlo; cuando te enamoras, no lo haces de un físico ni de una cualidad concreta, te enamoras de aquello a lo que no se le puede poner nombre, lo que menos explicación tiene y, seguramente, lo que mas loco te puede volver. Y cuando te enamoras te trastornas y todo pierde sentido, un sentido que se torna absurdo y recobra nuevos matices, connotaciones absurdamente alegres y bonitas que te hacen pasearte lejos del suelo y... te vuelven... vulnerable. Ahí estaba, el único sentimiento que podía estropear la euforia del momento: el miedo. Ese miedo que empezaba a reconstruir rápidamente el muro, casi a la desesperada, intentando meter de nuevo los sentimientos desbocados dentro, ese que le había servido de escudo todo este tiempo hasta que ella hizo su aparición en escena, el miedo de terminar con el corazón roto, del rechazo, de una nueva desilusión. ¿Valía la pena dejarse llevar? ¿Valía la pena tener sentimientos a cambio de todo el posible dolor que esto pudiese acarrear? Y como siempre, sin una respuesta.
Abrió la ventana y dejo pasar el frío, el frío siempre le ayudaba a aclararse y siempre estaba dentro, latente, preparado para protegerle siempre que fuese necesario, pues se había convertido en su compañero durante muchos meses y en el fondo no querían separarse, pero extrañaba tanto el cálido amor...
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