Llegaron hasta la colina que se veía desde el mar, donde estaba colgado el columpio. Corrió hasta él y se sentó sobre el neumático; se deshizo de los zapatos y comenzó a mecerse.
Otras sensaciones que añoraba regresaron: la caricia del viento con fuerza en su cara, el cabello flotando en el aire y la lluvia de rayitos de sol entre las hojas mientras se mecía entre las ramas...
Como una foto en blanco y negro, una imagen se pasó por su cabeza: veintidós años atrás, en aquel mismo columpio estaba ella con bañador y el pelo largísimo al viento, riendo sola y cantando cuando apareció Alex con la
cara muy seria.
–Qué ocurre –paró en seco.
Él se puso frente a ella y no fue capaz de mirarla a los ojos.
–¡Alex!
–He ido a tu casa y mirado por tu ventana para ver si estabas ... y he visto un billete de barco.
Se puso muy tensa.
–¿Cuándo pensabas decirme que te ibas?
–Te lo llevo diciendo años. Ya soy mayor de edad y puedo valerme por mí misma.
–¿Lo sabe tu madre?
–¡No! –perdió el equilibrio y se cayó del columpio– No dejaría que me marchase.
Él apretó los puños con fuerza y el rostro se le crispó de rabia. Por fin la miró a los ojos.
–¡No puedes irte!
La imagen se desvaneció poco a poco y, para cuando volvió en sí , Alex la miraba con tristeza.
–Recuérdame... ¿Por qué te marchastes?
Se sentó junto a él, en el suelo, con la espalda apoyada contra el tronco del árbol. Suspiró.
–Una isla demasiado pequeña para unas ambiciones demasiado grandes.
–Pero dejaste algo en esta isla, a alguien que nunca dejó de pensar en ti... hasta morir de pena.
Apoyó la cabeza en su hombro y le miró con expresión apenada.
–Lo siento.
El forzó una sonrisa, lo más sincera que pudo.
–Venga, vayamos a dar un paseo.
Fueron por los caminos que solían recorrer juntos cuando ella vivía allí hasta llegar a un puente que cruzaba la desembocadura del único río de la isla.
Le miró suspicaz y luego le tomó de la mano.
–Sí, te he traído aquí a propósito –dijo él.
–Aquí fue donde le robaste un beso a una niña inocente.
–No tan inocente –bromeó.
Ella no se había enamorado de nadie más; no por falta de oportunidades, ya que era una mujer exitosa, buena y preciosa que había conocido mucha gente debido a su trabajo como periodista. Pero no había ni un solo hombre que la hubiese llenado tanto como Alex, y tampoco consideraba imprescindible compartir su vida con alguien.
Bajaron por un sendero hasta la playa junto al puerto, y allí se quedaron, esperando que el sol cayese en el horizonte como para poder seguir retomando el tiempo perdido por una distancia de años.
nuevamente me quito el sombrero, bravo!
ResponderEliminarEscribiría algo super especial pero las lágrimas no me dejan....
ResponderEliminar