domingo, 11 de diciembre de 2011

El horizonte del pasado II


Llegaron al puerto y el capitán ordenó desembarcar.
Cogió la pequeña maleta que llevaba, pues no tenía pensado quedarse mucho tiempo, echó un vistazo a su alrededor y atravesó el muelle con rapidez.
Al llegar a la arena paró un momento, se descalzó para sentirla bajo sus pies e inhaló los aromas del puerto mientras escuchaba el graznido de las gaviotas en el cielo. Redes al sol, sal, humedad, el sonido de las olas... llevaba muchos años extrañando todo aquello.

No entendía bien lo que le había empujado a volver; quizás un impulso… simplemente lo siguió a ciegas porque sentía que se lo debía a ella misma.
Subió hasta el camino principal y anduvo sin prisas por los senderos que conducían hasta su casa. Todo había cambiando un poco, pero lo importante seguía allí.
Pudo ver la cerca blanca que tapiaba su casa y el portalón negro que siempre permanecía abierto; respiró profundamente un par de veces y entró con paso decidido. Pero su caminar se fue parando a medida que contemplaba el paraje que la rodeaba: una casa abandonada; donde ella recordaba un frondoso jardín cuidado y lleno de flores sólo había matojos de cardos y hierbajos, enredaderas cubriendo el interior de la tapia y ramas de árboles abriéndose
paso por las ventanas.
Sintió un hueco, un vacio inmenso en el corazón, como si todo lo que recordase sólo fuesen sueños.
Se arrodilló junto al camino de piedras que llevaba a la entrada y empezó a arrancar manojos de hierbas con rabia hasta que le dolieron las manos.

2 comentarios:

  1. señorita, quiero que sepa que es para mi un orgullo poder escribir unas lineas al lado de alguien con tantísimo talento. gracias

    ResponderEliminar
  2. para mi si que es un placer compartir esto con alguien como tu :)

    ResponderEliminar