Se sentaron en unas rocas que la marea aún no había alcanzado.
–¿Sabes? Me alegré mucho de que cumplieses tu sueño.
Le miró extrañada.
–Sí. Leí tus libros.
–Oh...
–Y quisiera pedirte un favor, ahora que tengo tiempo.
–Claro. Pide lo que quieras....
Tragó saliva y la miró solemnemente.
–Quisiera... que escribieses sobre nosotros, sobre este lugar, sobre lo que vivimos... ; sólo para que siempre puedas recordarme.
–No entiendo..., yo siempre te he recordado.
–Pero quizás las cosas cambien desde ahora... Prométemelo, promete que escribirás sobre nosotros.
–Te lo prometo –le dedicó una sonrisa–. Estás muy raro...
Una expresión de amargura disfrazada le recorrió el rostro...
Cuando el crepúsculo tiñó las nubes de tonos naranjas y rojos, decidieron volver a casa. Ella se adelantó un poco para poder disfrutar sin distracciones de la cálida sensación del mar; pero cuando se dio la vuelta, él no estaba.
Nos vemos el año que viene con la última entrega. Gracias por dejarte caer en mis sueños.
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