De un tiempo a esta parte
vivo en guerra
conmigo mismo.
Cada mañana, cada noche
es una batalla declarada
donde siempre pierdo yo.
Mi cabeza es un foso
de combate perpetuo
donde se tira con material nuclear.
En esos momentos quisiera exiliarme,
abandonarme a mi suerte,
declararme en zona catastrófica.
Abandonado e insulso
espero una bandera blanca
que sea el fin de mis días inciertos.
Es entonces cuando mi enemigo se
revela,
cuando mi autosuficiencia se
fragmenta,
cuando imploro ayuda
como la raíz seca que se retuerce
buscando agua.
Es entonces cuando me declaro
sin ser vencedor, el único vencido.
Es entonces cuando claudico
ante la sombra de lo que pude ser
y nunca fui.
Es entonces cuando caigo rendido
a los pies de la nada.
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