En ocasiones
me siento testigo mudo de mi existencia.
Malviviendo el paso de los días y
contemplando como las consecuencias de mis actos mecen mis pensamientos para
sumirlos en un letargo del que no puedan salir.
En ocasiones
me siento ausente de mi mismo, desconozco el rostro que me mira en los
reflejos.
En ocasiones
me siento un desconocido, un tipo ajeno que sale en ciertas fotos.
En ocasiones
soy yo y en ocasiones me miento.
Quizás haga
falta una luz que alumbre un camino torcido y enrevesado.
Quizás tenga que
llegar “al camino recto por el más torcido”.
Quizás sea un
sueño todo lo que he vivido.
Es entonces
cuando despierto, y descubro rostros cómplices que me sonríen, a mi lado.
Compañeros más que fieles de un loco desventurado que por ventura tropezó con
más apoyos de los que mereciera en un sendero tortuoso.
Es entonces
cuando una sonrisa prende mis labios como una chispa en un puñado de yesca.
Es entonces
cuando alguien me recuerda quien soy.
Es entonces
cuando vuelvo a ser yo.
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